domingo, 18 de diciembre de 2011

CONCURSO CUENTOS "HALLOWEEN"

Después de mucho debate entre los maestros y maestras del Jurado del Premio, debido a la calidad de varios de los cuentos, hemos decidido darle el primer premio a "Eduardo Carruez" de 4º B, por sus "calabazas zombies". Le premiamos por la sencillez de su relato, la claridad de sus frases y la buena sintaxis empleada. ¡Ah! y por su originalidad. ¡Quién sabe, a lo mejor un día Eduardo nos sorprende y ficha por una televisión o unos estudios de cine para elaborar los guiones de las futuras películas de éxito mundial.
Felicitaciones a Eduardo y a todos los chicos y chicas participantes, por la calidad de sus trabajos, la ilusión puesta en ellos y el buen trabajo realizado.

“La noche de las Calabazas”, por Eduardo Carruez– 4ºB
Érase una vez una granja en la que había muchas calabazas. Las cuidaban muy bien, pero un día se les olvidó echar abono a la tierra y no las regaron.
Por la noche, las calabazas se despertaron y empezaron a andar. Cuando la vecina de los granjeros salió a comprar se llevó un susto de muerte. Volvió corriendo a su casa y se metió dentro y llamó a la policía.
Los granjeros oyeron ruidos fuera y decidieron salir; vieron las calabazas y ellas se echaron a correr.
Para ser calabazas, eran muy raras, pues se comían todas las farolas que veían.
Cuando salió el sol las calabazas volvieron a la granja.
Después de comer,  los granjeros junto con el resto del pueblo decidieron cortarlas.
No sirvió de nada porque por la noche se despertaron otra vez. La policía les disparó pero no sirvió de nada. El Alcalde dijo que si lo de las calabazas seguía así, el pueblo se iba a quedar sin farolas.
El granjero volvió a casa pensando que se le había olvidado echar abono a la tierra y regarlas.
Cuando llegó a casa las rogó y echó abono a la tierra. Por la noche la policía vigilaba las farolas, los ciudadanos ponían cadenas en las puertas y tapaban las ventanas, sobre todo los granjeros.
Todos se estaban poniendo nerviosos, pero no pasó nada. El granjero pensó que debía regarlas todos los días o si no se despertarían otra vez.
Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.
¿Os he contado que la semana siguiente no regaron las lechugas?

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